Hay rasgos en los poemas de este libro que indican varias rutas, todas muy precisas, aunque lo imprevisto juegue un papel determinante. Pareciera una contradicción, pero la geometría y el azar tienen un papel de primer orden. Los trazos de estos versos han sido cortados con bisturí y acomodados de tal forma en el espacio en blanco, que corresponde al lector, preparar sus enseres para el viaje. La lectura de Lugar al que se llega sin equipaje me recuerda que todo libro es un viaje. Esta aventura, lejos de desorientar al lector parecen advertirle de que alejarse de la zona de confort es algo más que un riesgo: la posibilidad de habitarnos como personas y dejar que nuestros temores y esperanzas se jueguen el futuro en un volado. Digo esto, pero también que todo poema es una trampa y que los poemas de Norma Roffe tienen una capa oscura solo en apariencia. Sugiero al lector cortar con cuidado la corteza externa, adentrarse por cuenta propia y extraer las partículas de luz que flotan como pequeños planetas en el interior del texto.
Margarito Cuéllar