Las historias de este libro están atravesadas por la devastación, ya sea de carácter íntimo o aquella desolación implacable que desde hace años y, especialmente, en ciertas regiones del país se ha instalado adentro de las casas, mientras las calles se quedan vacías.
Alisma logra transmitirnos en sus cuentos la desesperanza, la tristeza y la frustración que a veces nos lleva incluso a voltear para otro lado fingiendo que no pasa nada, porque ahora también hay que engañar a la razón para poder seguir sin detenernos, sin pensar y sin sentir.
Aunque eso inevitablemente genere otro sentimiento incómodo que es tal vez lo que más nos rompe. La culpa soterrada de los personajes que, como Dalila, permanecen lánguidos e inmóviles, la duda entre quedarse para siempre o salir corriendo, la imperiosa necesidad de hacer algo o, a lo mejor, seguir fingiendo para que nadie vea la destrucción.
Camila Kühne Peimbert