Un pueblo lleno de sombras en el valle. En lo profundo, el río se ha hundido en las rocas. Una iglesia, una escuela, la plaza del pueblo con el banco acostado. Aquí el niño vive junto a la abuela. La tercera silla en la mesa está vacía, el abuelo, que era cazador, ahora está en Tamangur. El pueblo no es más que un volante en el mapa, dice la abuela, y en la cocina ha puesto agujas en el mapa del mundo: Venecia, Tumbaco, La Habana, París. A ella le gusta pensar en eso. Ella no quiere tejer calcetines en el banco frente a la casa. Ella tejía calcetines lo suficiente. Para el abuelo, que tenía los pies como la seda. Para el niño, que siempre tiene que soñar con cómo el cuerpo del hermanito se aleja en el río hacia el Mar Negro, la abuela tiene suerte. Ella tiene un gran corazón. También por el pequeño deshollinador o la modista que roba recuerdos, y especialmente por la maravillosa Elsa, que es una de las más extrañas y que a veces lleva a Elvis Presley a cenar. Con sutileza, calidez y humor, en un lenguaje directo pero visceral, Leta Semadeni captura el mundo de la abuela y el niño y abre la vida cotidiana de dos personas que se mantienen vivas: un día amistoso, a veces absurdo, debajo, siempre palpable, el drama humano se esconde.