Edgard Cardoza consigue en este poemario dar cuenta del estado del arte del ser en su relación con el poeta, a partir de ejes temáticos específicos. Como en el caso de Gauguin, el autor de este texto condensa su itinerario vital, refiere sus inquietudes, manifiesta una postura ante lo que experimenta, y a su entender plantea una posible solución.
Cobra vida a través de sus poemas una conciliación serena con la tradición cristiana, algunos de cuyos mitos son re-significados de acuerdo con la actual condición del poeta. Éste acude asimismo a la visión de Nezahualcóyotl para referirse a la brevedad de la vida y su fugacidad, y propugna la idea de que al venir al mundo somos divinos y que es éste el que nos despoja de esa esencia y nos deja “contagiados de impureza”. Y tomando como divisa el dejar atrás las naderías del mundo, se refiere con inquietud a la idea de si acaso somos solamente un sueño, del que despertamos nada más con la muerte.
Desde esa perspectiva, el libro entrega lo que promete, con una realización literaria en la que prima lo etéreo en la construcción verbal, pero no deja de nombrar verdades bron-cas con un ritmo tranquilo, de aguas apacibles. En este poemario, se amplía el catálogo emocional, sensible, de Edgard Cardoza que así logra imágenes de mayor congruencia y calado sin perder su habitual toma de partido por un cierto forzamiento del lenguaje para obligarle a decir: la imaginería chispeante y el nombrar enérgico.
En CIUDADES DISTANTES, el poeta Edgard Cardoza Bravo con-sigue arribar a la misma conclusión que en su libro de hace algunos años (1995) El cielo en el abismo: “La vida es palindrómica y debe ser leída (y vivida) a derecho y envés, en-tre arcángeles y demonios. Me llamo Omallem”.
Jorge Olmos Fuentes