La joven pintora Diana Salazar trabaja en el centro de esa ya larga proximidad entre dos artes, a veces en la confrontación foto-pintura/pintura-fotografía. Y no sólo lo hace con la cámara, sino con la búsqueda desconstructivo-constructiva que propicia la investigación visual-táctil por computadora. Ella pone énfasis en las veladuras, las toma como vocablo (que supone “velo” ante lo expresado) y como método pictórico. De sus propios decires: “Es necesaria la contemplación, incluso la meditación, para acceder al silencio”, tal que si fuera una paradoja, pues busca el silencio; sí, la pintura puede ser todo lo silenciosa que se quiere, pero la suya y la de muchos más suele contar historias y no sólo eso, sino proporcionar las bases para urdirlas.