La Urna y su contenido, mi madre, no pesan más que un recién nacido: aún está caliente cuando me la entregan. El encargado del crematorio me ofrece, además, una caja de cartón, vacía, que acepto. Salgo a la calle abrazado al paquete, una caja atada por un lustroso listón negro; parece un regalo. Camino hasta la boca del subterráneo y allí me detengo. Elijo a un transeúnte al azar y le entrego el presente. Gracias, me dice el desconocido, está tibio. El extraño se funde con la multitud
* Esta contraportada corresponde a la edición de 2020. La Enciclopedia de la literatura en México no se hace responsable de los contenidos y puntos de vista vertidos en ella.