Los poemas de Cravioto son testimonio forjado a fuego de que nada de lo que alguna vez nos marcó nos termina de abandonar por completo.
La primera parte de este libro insiste en el rastro, la huella, la cicatriz que han dejado los que se fueron; la segunda nos recuerda que nada permanece, que todo esto también pasará, y que hay que honrarlo al despedirlo para recibir a los que llegan.
Cravioto nos sumerge en un mar de recuerdos, a la vez fúrico y malancólico. En él palpitan el amor juvenil que transpira miedo, las cuatro paredes que dejan de ser un hogar, el erotismo inaprehensible de una amada que se funde con el paisaje, lo que vive dentro del árbol que nos ha acompañado desde la infancia, que no muere en la memoria y que incluso hecho leña reverdece.