Con la profundidad y belleza que distinguen su prosa, Vicente Quirarte reconstruye su relato más íntimo, aquel que lo vincula con la mujer que le dio la vida y ha sido su fuente de inspiración; un texto cargado de memorias y luz, «la constante lección de la luz de cada día» que Luz Castañeda Ibarra dejó para su hijo.
Oscilando entre lo autobiográfico y lo literario, el autor retrata en Luz armada el amor maternal con toda su entereza y, también, sus contradicciones. Un recuento de un amor desinteresado y sus caricias, expresadas de las maneras más disímiles, inagotables y prodigadas con generosidad. Un amor que también recuerda a quienes, como su madre, han iluminado con su luz y con los que se siente unido por los lazos más distintos: la familia de sangre y la de elección, los hermanos animales, la mujer a la cual pertenece el autor y todos los que en algún momento lo han acompañado en este confuso tránsito por la existencia al que llamamos vida. Para ellos también es este opúsculo: para agradecer su consejo, cariño y, sobre todo, por estar siempre presentes