Durante varios años he podido observar el desarrollo de la obra de Javier Taboada, tanto en su quehacer propio como en su trabajo de traducción, antigua y contemporánea. Ahora, con El niño de varas, encuentro la fusión de todos sus recursos como poeta (poesía investigativa, traducción, transcripciones totales, fragmentos de noticias, etc.), acorde a la tradición de sus predecesores modernistas y vanguardistas y que es, a la vez, universal y notoriamente americana (norte y sur).
En El niño de varas, Taboada utiliza los procedimientos del collage extremo para crear una narración, brillante y premonitoria al mismo tiempo, sobre las formas en que el “chivo expiatorio” se convierte en instrumento de la crueldad y el extremismo político, social y religioso. En su mundo, el presente y el pasado se unen –como ocurre con Pound, Zukofsky, Williams, Olson, Zurita y Huidobro– para formar las imágenes de nuestro tiempo y de los verdaderos peligros que enfrentamos (y seguiremos enfrentando) conforme intentamos avanzar y evolucionar. Estoy convencido de que su obra es muy necesaria hoy y que –con El niño de varas– Taboada figurará como un poeta indispensable para todos nosotros.
Jerome Rothenberg