Cada poema que integra esta obra es un momento irrepetible, un retrato que, al desdoblarse, muestra en sus orillas atisbos de tormento, madrugada, oscuridad, temor, tumbas, y todo cuanto brote de la memoria del autor. De modo que sus textos son declaraciones hechas casi siempre desde una calle colocada en el pasado. Asimismo, cada poema es un descubrimiento, y la lectura en voz alta, en silencio o a media voz nos van revelando un poco más del trabajo poético de Ibán de León.
Luis Flores Romero
Hacía falta esta mirada sobre Cuernavaca, otro oscuro resplandor, la dicha triste de decir: “un caminante a la buena” en cada calle del poema. Una escritura nítida que exige un ritmo pausado, casi atemporal, que responde al rumbo de su propia sangre. Ni la sombra de la ciudad ni de la infancia podrán negarnos esta voz atenta que ya marca con su paso nuestro mapa. Ibán de León nos recuerda que primero se es poeta y después está la hoja. Como decía Gamoneda: “El hombre cuyo oficio y vigilancia es la vida”.
Kenia Cano