En esta obra, un joven grumete consigue emprender un viaje marítimo —en el siglo XVI— seducido por la incertidumbre del destino en aguas y tierras desconocidas. Su navío llega a un lugar en apariencia indómito pero en el fondo habitado por indios colastinés, antropófagos que devoran a todos los tripulantes de su embarcación; menos a él, quien sólo puede esperar y observar durante años. En una sociedad orgiástica y disciplinada, pudorosa y salvaje, el personaje de esta novela vive lleno de interrogantes y experiencias impredecibles, intentando descifrar su suerte y la de la tribu que lo mantiene en vilo sin razón evidente. Adoptado pero no adaptado, antropólogo involuntario, su manera de sobrevivir es la observación. Finalmente, logra volver a Europa para descubrir que es un desterrado de dos mundos. En palabras de Alberto Manguel: “En diez años, el joven ha mudado de piel: se ha convertido en el otro.”