No importa la generación a la que pertenezca, la historia familiar que carguen ni el estrato social del que provenga. Los personajes de Alberto Fuguet siempre están un poco extraviados. Busan cómo eludir la tormenta que desde lejos se abalanza sobre ellos. Caminan por las vías marginales de su propia vida en busca del anonimato que dan las sombras.
Extraviados. Atrapados. Entre vivir en un país sin futuro y marcharse a otro y ser extraños para siempre. Entre la aspereza de la vida adulta y las inconsistencias de una juventud anacrónica. Entre la triste compañía de quienes no los conocen y el miedo a la soledad. El desarraigo los hace libres, pero también los condena a sentirse siempre ajenos. Cada decisión les hará conocer su suerte, su áspero destino.
Narrador duro, realista, melancólico, certero, que sabe que sus personajes han sido o serán derrotados por la vida y sus azares, sus injusticias, y un poco también por ellos mismos, Fuguet —con una prosa cuya velocidad nos abisma hacia lo más profundo y crispado de la ficción— demuestra en estos cuentos por qué es, desde hace más de dos décadas, un narrador explosivo, punzante y audaz.