En medio de amenazas policiales, cámaras de televisión, vuelo de inodoros, sillones y proyectiles de todo tipo, una poeta se quema a lo bonzo para resistir un desalojo. Luego se preguntará por qué no incendió a los canas en lugar de prenderse fuego a sí misma, pero para entonces, ya se habrá convertido en una santa al frente de una vanguardia y con el suficiente poder como para conseguir prácticamente cualquier cosa para su comunidad. Desde “el día del estallido” o “el sacrificio fundante”, como empezaron a llamarlo, rodeados de organizaciones populares, punteros políticos y diversos grupos de artistas más o menos insurgentes y emergentes, los desalojados llamaron instalación a su campamento y performance a la vida que llevaron ahí. Hasta que el poder de la santidad y el oportunismo político los convirtió en propietarios, con papeles y todo, del mismo edificio del que habían sido echados, inaugurando una etapa de impensados logros.
Una novela al mejor estilo Cabezón Cámara, llena de desenfreno y desmesura, sobre el arte que se transforma en vida y la vida en arte, sobre la construcción del mito y el relato que sostiene a una comunidad en relación con el poder político y los medios.