El autor Pterocles Arenarius retoma con su nueva novela una sanda tradición literaria convenientemente olvidada en el mediocre mundillo cultural de nuestro país: la tradicion del “libro escandaloso”; como Cariátide de Salazar Mallén; El Apando de Revueltas; Ojalá te mueras, de Arles, El infierno de todos tan temido, de Carrión o Los símbolos transparentes de Martré, narraciones escandalosas (porque es un escándalo subsistir indignamente en un entorno corrompido hasta el tuétano) malditas por antonomasia, pero que han logrado la pervivencia creativa —y hasta la posteridad histórica— en un universo artístico infectado por el vil conformismo mercantilista. Cuaquiera puede matar no es sólo el doloroso —aunque simpático — recuento de los bajos fondos, una historia de horror contemporáneo, del más denso amor (inclusive), y de terrible venganza; es una sangrienta vivisección de una ponzoñosa sociedad en total decadencia, un obsceno —en el sentido más rigurosamente expresionista— tour de force delineado gruesamente con trazo digno del más oscuro Goya. Sobre una criminalmente delirante estirpe de policías. Utilizando eficientemente la consigna revueltiana inspirada en la estética de Marx— Arenarius grotesquiza la sordidez, la violencia y la enfermedad mental de los esbirros hasta volverla insoportable. Una novela manchada, manchadísima, que seguramente salpicará en la jeta al lector con todas las asquerosas deyecciones del espíritu humano envilecido por el poder. Sentía que se me paraban los pelos de la nuca de tanta rabia al oirlo. Nunca había notado dentro de mí una furia tan intensa, creí que me iba a quedar ciego de tanto odio que sentía por aquel policía panzón, alcohólico brutal y monstruosamente estúpido, hoy pienso, inocentemente criminal, que era mi cuñado.
Juan Carlos Castrillón