David Lean, uno de los grandes cineastas británicos, dió altura, dignidad y elegancia a una especie desprestigiada: la superproducción de grandes escenarios, ejércitos de actores y presupuestos desorbitantes, vista como mascarada por la crítica de los sesenta y setenta, de inspiración francesa, que oponía a Hollywood un cine europeo más personal y de presupuesto más modesto que los productos estadounidenses. El valor del Lean, hoy reconocido, fue discutido y negado. Su obra fue juzgada superficial y vanamente decorativa. Había empezado su carrera marcado por la minuciosa exactitud de la edición, su primer oficio en el cine, y la mejor tradición narrativa inglesa, la de Dickens, de quien hizo dos célebres adaptaciones (Grandes ilusiones y Oliver Twist). Había hecho en Inglaterra buen cine de guerra (Hidalgo de los mares), comedias, que no eran los suyo (Espíritu travieso), y había trazado varios de los personajes que le interesaban, los que, enfrentados a circunstancias desconocidas, descubren en sí mismos una naturaleza lejanos y "exóticos" a los que Lean supo dar personalidad propia y describir con gran arte cinematográfico. La incomprensión de la crítica, opuesta a la enorme éxito comercial de El puente sobre el río Kwai, Doctor Zhivago y Lawrence de Arabia lo alejo del cine. Después de La hija del Ryan, vituperada en su momento, aunque resiste el paso del tiempo con una pudorosa profundidad que no supo ver la prensa de su época. Su prolongado retiro sólo le dejó filmar al regreso una sola obra maestra más, Pasaje a la India, y nos privó de Nostromo, la adaptación de Conrad que no alcanzó a realizar. Ulises Íñiguez Mendoza, el autor de este libro, sigue la trayectoria profesional de David Lean con una puntualidad y un conocimiento que hubieran conmovido al cineasta y que sus lectores van a agradecer.