Paul Valery decía que la prosa es a la poesía, lo que andar a la danza. Ser poeta es definirse y persistir por seguir siéndolo. Mientras la poesía nombra y sublima, la prosa muestra el camino, es movimiento y tiempo. Adán Echeverría es un poeta que escribe prosa y en ella está el desarrollo de esa vocación poética. Se despoja por un momento de la mitología de su identidad lírica y generosamente evoca al otro, hace el retrato de ese ser de la vida diaria. Adán hace vivir a los personajes su propio acto poético, el clímax, un breve instante de belleza única que nos hace perder el sentido.
El orgasmo de los ídolos, es una prosa fogosa, compacta con personalidad definida. Una colección de momentos climáticos en los que vemos la obsesión del escritor por conseguir nuestra reacción. Entre el humor negro, la observación y crítica, se asoma la crueldad, la rudeza, la crudeza. Adán relata sin espectáculo, sin morbo, confrontando al lector con sus hipocresías y miserias, es ético en el sentido que pretende una transformación del lector, aunque a veces tenga que agredirle para ello. Prosa cargada de imágenes, sensaciones y placer estético. El orgasmo de los ídolos, de Adán Echeverría, es un sistema orgánico, la vida cotidiana abstraída en el clímax de un momento de esos ídolos impuestos: el amor, el matrimonio, la religión, las modas, la mujer y el hombre. Larissa Calderón.