Quizá por su participación de una tradición bien definida y con solera, la poesía de Adán Echeverría se nos presenta cargada de elementos litúrgicos, con cierto tono adoctrinante, y una abundante floración, bosque de palabras que al final definen un estilo, carácter de la escritura, y que posiblemente sea un sustituto, o, —¿yerro caliente?—de aquellas otras selvas reales. Resultado de un intercambio desigual: palabras por árboles.
Habría que agregar que antes de la llegada de europeos ya en Yucatán se decían leyendas y cuentos, e incluso se negociaba con la muerte, como un ejercicio de iguales ante la vida. Ahora nos propone el autor de "La confusión creciente de la alcantarilla", en este su nuevo libro de poemas, "Perseguir el mito", una escapada del propio mito para apremiarlo. Una acción sorprendente a la que asistimos como guiados, más por un tono, una cadencia, manera de decir, que por una lógica ortodoxa: Adán va deconstruyendo una mitología suya de sufrimientos, como una guía de sus lesiones más que de sus victorias, que también las tiene, en un recorrido íntimo echando la vista de los lectores, y contra ellos, como en un final donde anuncia, amenaza o sentencia, según se quiera entender, la demolción del sueño, y lo fundamental en sus malditos deseos de hacer sangrar, de hacer notar una rabia intolerable.
L. Santiago Méndez Alpízar