No le comió el cerebro, pero le robó el corazón. Cierto, no es fácil llevar al parque a un perro zombi —ya no digamos alimentarlo—, pero de alguna manera Mene Treviño quiere demostrar que no es solo el niño invisible de la escuela, el hijo modelo, el chico obsesionado por la ortografía. Además, el de la veterinaria se lo advirtió: no hay devoluciones.
* Esta contraportada corresponde a la edición de 2018. La Enciclopedia de la literatura en México no se hace responsable de los contenidos y puntos de vista vertidos en ella.