No tiene fácil explicación; pero hasta que no he tenido colgado en la pared y debidamente enmarcado el dibujo de Antonio Oteiza que acompañaba mi ejemplar de De Santa Teresa, regalo de Salvador Retana, que lo editó en abril de 2017 en sus Ediciones La Rosa Blanca, no he hecho una lectura detenida de esta excepcional obra que contiene un poema extenso e inquietante —«Aparecida»— de la poeta mexicana Minerva Margarita Villarreal, el libro En el centro del centro, de José María Muñoz Quirós, una mirada a Teresa de Jesús y a sus obras pautada en cincuenta poemas, y la serie de dibujos sin título de Antonio Oteiza. La «Nota del editor», de Salvador Retana, es explícita: «[…] Cada autor da cuenta aquí de su particular viaje. La doble textura punzante y luminosa de poemas y dibujos genera un vivo diálogo en torno a la figura de la Santa que, junto con la de san Juan de la Cruz, ocupa una de las más altas cimas de la mística y la literatura españolas del siglo XVI. El proyecto de este libro reúne, a la manera del pájaro solitario, las condiciones del editor independiente. La primera: que el afán de su aventura ha de tener altura de miras, pasión por la palabra, audacia y sagacidad; la segunda: que debe huir del ruido, la prisa y las tendencias de la moda, así encontrará la manera de realizar una obra meritoria; la tercera: que ha de estar abierto a promover y conservar todo aquello que pida un buen libro como bien cultural: valores humanos; la cuarta: que ha de ser capaz de aportar la debida consistencia, sobriedad y elegancia a la edición, para que el lector no confunda valor y precio; y la quinta: que ha de ser honesto y libre en su oficio, porque su labor como editor es la del tejedor partícipe de un tapiz que no deja de ser nuestro espejo del mundo». Cinco preceptos dignos de lo que debe ser un editor en los que concurren pasión, audacia, sosiego, creencia en la cultura auténtica, elegancia, honestidad y libertad.