Si una señora va por la calle y se cae estrepitosamente, uno no debería reír a carcajadas, excepto si uno es mexicano. André Breton dijo alguna vez que México era el país elegido para el humor negro. No exageraba. Y contrario a lo que dicen por ahí, la literatura también le da la razón: desde José T. de Cuéllar, hasta Jorge Ibargüengoitia, por mencionar a los clásicos, varios escritores nacionales han resistido con éxito el embate de la "literatura seria". Los autores presentes en esta antología se suman a esa resistencia y nos ayudan a plantarle cara a la muerte con el conjuro de la risa.
Si una señora va por la calle y se cae estrepitosamente, uno no debería de reír a carcajadas, excepto si uno es mexicano. André Breton dijo alguna vez que México era el país elegido para el humor negro. No exageraba. Y contrario a lo que dicen por ahí, la literatura también le da la razón: desde José T. de Cuéllar hasta Jorge Ibargüengoitia, por mencionar a los clásicos, varios escritores nacionales han resistido con éxito el embate de la "literatura seria". Los autores presentes en esta antología se suman a esa resistencia y nos ayudan a plantarle cara a la muerte con el conjuro de la risa.