La poesía de Gabriela Cantú Westendarp se escribe muy lentamente sobre madera, sobre las puertas de los largos callejones de las primeras ciudades, sobre las vigas que sostienen el techo del mundo. Trae un talismán para llamar los alfabetos.
Las visiones de Gabriela Cantú configuran una exacerbada metáfora del insomnio. Su resistencia al desmayo y su implacable poder fabulador crean un instintivo juego con las cosas materiales. Vive subyugada por el deseo de construir su laberinto a imagen y semejanza del amor, para luego permanecer dormida con su palabra en la geometría salvaje y así poder justificar su permanencia en el mundo. Los textos de esta poeta mexicana revisten de auténticas atmósferas y también de ensimismadas imágenes que simplifican su verbo interior, esa visión turbulenta y a la vez mágica que compone su educación sentimental con el lenguaje.