La practica docente de los escritores deviene aprendizajes y solidaridades, penetraciones sociales y vivencias de luchas no registradas pero si recordadas como memorias familiares. La vulgaridad de la gran familia pregonada por la publicidad consumista, se convierte así en realidad vital en proceso que puede ser festivo en tanto exige buenos humores con ironía y sarcasmo sobre los avatares profesionales y los de la tiranía política en la que se asocian funcionarios del Estado, educativos en especial, con las marcas impuestas como necesidades vitales.
El diario dolor profesional de sufrir la dejadez de los jóvenes envegecidods por la ignominia del poder burgués, encuentra así salida no exenta de la crítica sardónica a cambio de la hecha desde fuera, desde las alturas de una economía política que no tiene por qué ser fría como los congresos de eruditos, sino dotada de pasiones cálidas, tiernas pero agresivas e hirientes cuando describen al enemigo, ese que asecha todo el tiempo en las calles, en las plazas, en los centros de consumo y diversión que día a día destruyen los otrora espacios comunitarios.
Alberto Híjar Serrano
