La virtud esencial que yo veo en los cuentos de este libro, es la consistente de seguir permaneciendo joven. La relación consuetudinaria que como maestros del Colegio de Bachilleres Arturo y Dionisio los hace conducir su imaginación con elementos teóricos condicionados por la ficción desfigurante, expresionista, o todo, que sólo la percepción grandiosa constituye.
Aquí de tal manera, una obra lúcida, pero onírica, para demostrar que estos conceptos no se oponen.
Encontrará el lector disoluciones de las esperanzas, amenguamientos de las facultades físicas, amaneceres discordantes y, después de todo, todo lo que quiera; pero finalmente ninguna solución... Apenas asomos excpectantes de una y mil tergiversaciones del pensamiento, como desde cuando el hombre es hombre ha, sucedido.
Carlos Laguna
Arturo Palacios y Dionisio Ramiro se conocieron en la pulquería "Los siete Compadres". Desde el primer instante cuando chocaron sus tarros se cogieron cariño. En menos de media hora de amena charla descubrieron sus pareceres: ambos son albureros y forjadores de bodrios.
—Me gustaría tener tus bigotes—blasfemó Arturo.
—Y a mí tus ojos verdes—lisonjeó Dionisio.
—Si güey, pero aquí—frotando el bajo vientre.
—Pues a mí también tus ojos, aquí mismo… pero haciendo el bizco mi güero.
Como buenos hijos de barriada—el primero originiario de la colonia Casas Alemán y el segundo de la Moctezuma—, multiplicaron sus encuentros, siempre con ambiente bohemio de banqueta. En este contexto halaron su tercera coincidencia: ambos contaban con una veintena de relatos escritos, que decidieron publicar juntos en este volumen que para alcanzar título no pasó por el filtro de por lo menos sesenta propuestas rechazadas, hasta que brotó el de Tumborracho en la Esquina, que fue considerado ad'oc, por tratarse de un albur poco conocido, relacionado directamente con la palabra "caballo" como acusa la portada.
"Vamonos riendo carnal".