Estos cuentos cortos lo mismo que el rebozo envuelven al lector algunas veces con gozo, con regocijo, pero en otras ocasiones lo cubren con penas, con terror, con tristeza, con dolor, con nostalgia, con nostalgia del campo.
De los rasgos sobresalientes de esta obra están la diversidad cultural de sus autores así como de las variadas geografías que lo contienen. Al evocar el tema del campo nos transportamos a menudo a sugestivas imágenes, donde emanan la placidez y el sosiego. Pinturas como las de José María Velasco con El valle deMéxico o El candelabro de Oaxaca; las obras de Jean François Millet con Las Espigadoras o El Angelus o las pinturas de Jan Vermeer con La Lecher que reavivan las experiencias de la campiña, y de los pequeños poblados que en sus cercanías se establecen. Los gozos que provocan los recuerdos de estas imágenes campestres pueden ser sin duda numerosos, aunque no siempre son estos sentimientos los que dominan en nuestra memoria. La alusión al rebozo, si de cierto su origen es mexicano, también sus equivalentes chal, mantón, chalina, etc., podrían encontrarse en otras culturas. La práctica del rebozo arraigado en el entorno del campo tiene usos culturales muy diversos y se viste de acuerdo con la ocasión, con calidades de tela y de diseño y en relación con el estatus social de quien lo porta; en la vida diaria, en fiestas, en bodas, en el pudor de la joven que amamanta, en los sepelios e, incluso, algunas prácticas lo utilizan en la muerte como mortaja, denominado “el rebozo de olor”.