Contratiempo juega con múltiples caras de la memoria, acelera y pisa el freno al paso del reloj, y se cuelga de los husos horarios invitando al lector a experimentar los dobleces y contorsiones de la medida del tiempo, un concepto que escurre.
La forma resulta tan maleable para el autor como el tiempo para sus personajes. Este volumen suma relatos, poemas, canciones y una novela corta que pulsan play, stop o rewind a su antojo, como si se tratara de una canción eterna de Pink Floyd.
Desde encuentros viciados por el pasar de los años hasta el karma que se vuelve para regresar el mal cometido, o el absurdo de órganos con cualidades extraordinarias —como un pene que produce un valioso elixir, una oreja melómana o un pulmón que abandona el cuerpo que lo hospeda—, Contratiempo contiene en sí obstáculos que llevan a los personajes a la frustración, la mala fortuna o la nostalgia.
¿Qué es el tiempo?, ¿qué hora es allá? Al lector solo le queda dejarse llevar por la ruta que marque el compás de los enredos que resultan de creer tener respuestas y pretender entender todas las preguntas.