El Hijo del Punto Je, como su antecesor, me hizo reir con ganas, sobre todo porque ya es tiempo de que los que tratamos la política nacional y los políticos mexicanos, pidamos un poco más de humor y un poco menos de solemnidad.
Vale la pena reírnos un poco de nosotros mismos, al fin y al cabo es un derecho legítimo a la crítica y a la libertad de expresión, pero además la tradición mexicana respecto a los grabados, a los cartones, a las caricaturas y a los gracejos es muy amplia, y merece la pena que estas tradiciones sigan como contrapeso a los abusos del poder. Me imagino entonces que sería para los políticos una pesadilla que al fin y al cabo les quitaría un poco ese espejismo que de cualquier manera los pinta de cuerpo entero.
Rafael Loret de Mola