La crítica literaria tiene el término un tanto ostentoso de bildungsroman para referirse a aquellas novelas que relatan el crecimiento moral o psicológico de un personaje, su paso, muchas veces doloroso, de la juventud a la madurez. Novelas de formación o aprendizaje, también se llaman. Este libro podría ubicarse bajo esa categoría, de no ser porque no es una novela, o no del todo. Es acaso un ensayo de formación. O un diario escrito a destiempo.
Cuenta, ciertamente, la historia de crecimiento de un personaje, sus diversos ritos de iniciación -el amor, el sexo, el miedo, los viajes, la escritura, los excesos-, su continua expulsión del Paraíso. Pero esta historia de crecimiento también lo es de sus antepasados -pues el pasado siempre está en constante expansión-, y además es el relato del anhelo de un contexto. Este libro es el bestiario de una memoria. O la cartografía de un olvido.
Otro término popular de la crítica literaria contemporánea es el de autoficción. Este libro podría adjudicarse esa etiqueta de no ser porque uno de sus propósitos es, justamente, combatirla. La literatura siempre se ha ocupado del yo, de esa zona del mundo tan diminuta y tan absoluta, sin necesitar de etiquetas de moda. Este libro -cuaderno vivo, con pulso y extremidades- así lo reconoce. También reconoce que ver el mundo distorsiona el mundo. No se diga vivir en él; mucho menos, narrarlo.