Los autores señalan que en Mesoamérica se desarrollaron varios sistemas de registro gráfico o escritura que permitieron recoger y transmitir diversas informaciones referentes a distintos ámbitos de la vida. Aseguran que así lo percibieron los europeos, quienes desde los primeros contactos tuvieron la oportunidad de ver algunos de aquellos libros pintados, como se denominaron en muchas de las fuentes, y no dudaron en darles un valor similar a sus propios manuscritos.
Destacan que estos documentos fueron utilizados por cronistas indígenas, mestizos o españoles que los emplearon como referentes para escribir sus historias, aunque el conocimiento que tuvieron en muchos de estos casos dependió de intérpretes, quienes conocían aquellos sistemas de registro y ayudaron en la escritura de glosas alfabéticas para entender esas pinturas. Sin embargo, aseguran que poco a poco tal conocimiento se fue perdiendo, sobre todo, por la sustitución de aquel sistema por la escritura alfabética y hacia el siglo XVIII hubo lamentos por la pérdida de muchos códices.
Los autores ofrecen en este libro diez trabajos que versan sobre el estudio de los denominados códices mesoamericanos y del sistema de registro que en ellos se plasmó, articulando en tres partes, el sistema y su funcionamiento, el relato de historias y mitos y, finalmente, la relación de estos documentos con la administración colonial.
Todos los trabajos se refieren al área central mexicana y comprenden documentos de muy diverso tipo, entre los que se encuentran algunos como el Códice Xolotl, la Matrícula de tributos o distintos mapas hispanoindígenas. Los temas que se abordan tienen una larga tradición en la investigación y continúan hoy en día generando discusiones sobre temas que abarcan desde la propia definición del sistema y su funcionamiento, hasta aspecto no menos triviales como el contexto de creación, el contenido o las motivaciones de sus autores.