La primera parte del poema es una búsqueda, un viaje, donde por momentos el yo lírico se sitúa en la ciudad, y por lo general en un ambiente es árido, de ahí lo milagroso del surgimiento de la hierba. En ese viaje no hay un tiempo ni una secuencia claramente definida. El lector se encuentra con un conjunto de imágenes de momentos como revelaciones: la imagen de una mujer tendida sobre la cama, por ejemplo, que en su sencillez son una lámpara que ayuda a ordenar el mundo caótico, donde las estrellas, al igual que el yo lírico, buscan su sitio.
El mundo desordenado y confuso donde en la primera parte nace el amor, no sólo es escenario de la segunda, "los ícaros que cayeron", sino el tema central. Aquí, desde una visión pesimista, una voz más reflexiva y crítica se encuentra en un mundo claramente gris y carente de sentido donde el amor si bien es lo único que mantiene la esperanza, no salva ni consuela por completo.