Bertín Bracho quería ser encantador de serpientes. Así que, con el dinero que recibió al vender su regalo de cumpleaños, se compró una víbora pinta, a la cual llamó Pingo. Pero Pingo no es una víbora cualquiera, pertenecía a un mago que la había extraviado de camino a un embrujamiento.
* Esta contraportada corresponde a la edición de 1995. La Enciclopedia de la literatura en México no se hace responsable de los contenidos y puntos de vista vertidos en ella.