"Soy sólo un dulce travesti"
Dos hermanos gemelos. Una mujer, un hombre y viceversa. Frívolos y bellísimos: jóvenes. Pueden hacerlo todo. Pueden tenerlo todo. Se intercambian la ropa, y los amantes. Nos confunden, se deleitan: “el grito duplicado de una sola garganta.” Van luciendo atuendos sólo para después perderlos. Lo que nos ponemos, nos quitamos.
Vestido Gucci color fucsia. Vestido azul ceniza. Una falda negra lisa, zapatillas doradas y una blusa blanca con lunares negros. Gloss y las mejillas encendidas en un rosa discreto. Vestido Gaultier verde oliva de gasa. Bolso Fendi. Zapatillas Jimmy Choo. Tacones en los pectorales. Falda rosácea. Peluca. Lentillas. Plástico que protege a las muñecas en su empaque. El abrigo de foca y la bolsa Hermès que no encontramos aquí. Gucci, Chanel, Carolina Herrera, Versace, Oscar de la Renta, Dolce & Gabbana, Armani… Un hermoso vestido de noche color negro. Duda. Ferragamo negros. Camisa a rayas y un pantalón. Zapatillas doradas John Galliano. Negro vestido
Yohji Yamamoto. Botines Miu Miu de igual color. Capa blanca de Comme des Garçons. El sello de unos labios en rosa pálido. Agua en su rostro. El auto con la puerta abierta. Uno de sus senos sale. Zapatos negros. Un parche le
cruza el ojo. La felicidad lo invade.
En resumen, son estos los afeites y envoltorios con los que Jacinto cubre y descubre a sus Nenas Kitsch. No son sólo sus personajes, este libro está también travestido: una novela hace las veces de antología de cuentos, álbum de fotos y conversación por mensajería instantánea. Nenas Kitsch es literatura de cuerpo poroso —como el de los personajes que la habitan—. Si se es valiente, uno puede penetrar sus orificios para realizar las maniobras más audaces; o podemos seguir de largo, nunca impávidos, eso sí, ante el avistamiento a veces placentero, siempre inquietante, que ofrece nuestro encuentro con un dulce travesti.
Tonatiuh López