Amado Nervo dijo alguna vez que la mayor parte de los fracasos nos vienen por querer adelantar la hora de los éxitos. Quizá por eso la juventud, aquella etapa de la vida donde uno cree ser dueño del mundo, suele ser por lo general una edad tan estrepitosa, tan llena de humor involuntario, de historias de amor patéticas, de obcecadas rebeldías, de credulidades in crescendo.
Roberto Morris nos presenta en esta su primera novela la bitácora de sus años mozos, los cuales son relatados con la hilaridad necesaria para resistir los tropiezos de enamorado, las elevadas dosis de desengaños. Y es que en plena trinchera de esa división maniquea -y maquiavélica, además-, entre éxito y fracaso, en que divide a sus propios miembros la sociedad de la actualidad, el narrador nos va demostrando, de anécdota en anécdota, que la frontera entre ambos es más bien porosa, imposible de delimitar.
