Si queremos comprender el actual derrumbe de Estados Unidos, no hace falta más que leer Gótico carpintero. Escrita en 1985, cuando aún no se percibían con claridad los efectos de la maquinaria financiero-corporativa que ha despellejado a la mayor parte de la sociedad hasta dejarla en los huesos, Gaddis pudo entrever la demencia de un sistema fundamentado en capas sobre capas de avaricia, como si fuera un perro persiguiendo su cola que cuando por fin consigue morderla es sólo para comprobar que el dolor proviene de su propia mandíbula al cerrarse. Gaddis construye su novela a base de diálogos. Cada uno de los personajes recita su monólogo de sinsentido, convencidos de que su minúscula parcela de realidad equivale a la realidad misma. Paul intenta enriquecerse promocionando los poderes milagrosos del reverendo Ude, quien ahoga a un niño al bautizarlo, y convierte la tragedia en una clara manifestación divina por la que el pequeño es acogido en la gloria eterna. Liz gasta fortunas de doctor en doctor, intentando reunir pruebas para defraudar a su compañía de seguros. El dueño de la casa donde viven es el misterioso McCandless, situado siempre en el límite entre la genialidad y la locura, con un confuso pasado como geólogo, novelista y fumador. Gaddis retrató en un microcosmos eso que hoy presenciamos a gran escala: el desmoronamiento de una sociedad a causa de los intereses personales y mezquinos de los individuos poderosos.