La felicidad es un «regalo». Tiene un antes y un después, posibles de identificar si se presta atención a la multiplicidad de signos en los que se revela su nombre. Descifrar su llegada constituye un verdadero arte. Don Gaetano, portero de un edificio en la Nápoles de los años cincuenta, tiene el don de escuchar los pensamientos de las personas. Será él quien, a través de sus historias sobre la crudeza de la guerra y el heroísmo del pueblo napolitano, inicie en este arte al narrador de la novela, un joven huérfano de dieciocho años, obligado por el destino a emigrar a América y abandonar todo lo que hasta entonces lo ha forjado: la escuela, los libros de don Raimondo, el futbol, el pastepatate, el edificio, la viuda, y aquella mirada tras el cristal del tercer piso que tanto lo cautivó desde su infancia… Entre los juegos de cartas, el café caliente y las maravillosas historias de amor y de violencia, de bondad y de barbarie, el narrador terminará por comprender que está preparado para afrontar solo su propio destino y que, quizás, simplemente en ello radique la felicidad tan anhelada por los seres humanos.