En Esas plazas insomnes, Eduardo nos lleva de la mano de la palabra por el microcosmos de su propio sueño. Infuscado por el espíritu del loco Fausto, aspira, al igual que Sor Juana, a un conocimiento total. Sin embargo, su ruta hacia éste se aleja de la lógica aristotélica y los métodos de la inducción y deducción. Arellano apela a la experiencia amorosa como la vía posible hacia el conocimiento. El amor es la vida hecha tiempo presente...
* Esta contraportada corresponde a la edición de 2003. La Enciclopedia de la literatura en México no se hace responsable de los contenidos y puntos de vista vertidos en ella.