Albedrío es una novela cuyo principal mérito radica en su desbordante flujo de imágenes y secuencias que sólo puede tener como referente la lógica del sueño. Sorprendente ante todo el sosegado vértigo con que la historia corre a los ojos del lector; desde sus primeras páginas Albedrío nos introduce en el sórdido mundo de unos comediantes, víctimas de un exilio que no tiene descanso.
Como en la gran novela de caballerías de la Edad Media, Daniel Sada recurre a una forma métrica –en este caso el octasílabo– para dar fluidez y sustento a los otros ritmos profundos que intervienen en Albedrío. La errancia es camino, y el viaje de la escritura corre paralelo a aquel otro de los personajes.
Al igual que en las viejas crónicas, los hechos se acumulan con rapidez y casi nunca dejan de suceder peripecias: novela de aventuras. Singular poema en prosa que se inscribe en la mejor tradición del romance español, visto desde una perspectiva absolutamente nueva.
Por el árido norte de México viaja una compañía de húngaros en un camión desvencijado que sirve de vivienda y covacha para los artejos de su modo de vida: un cinito rústico que proyecta una única, vieja e incompleta película. En Castaños, por desconfianza a los gitanos, la gente del pueblo cree que se trata de un estratagema para robarla. Al salir, los húngaros advierten un polizón: Chuyito viaja con ellos. Mal agüero, dice Luis Cesáreo, el mago dueño de la piedra que les sirve de amuleto. Sin embargo, Manducho, el jefe, ha decidido que Chuyito será su hijo. Pero su presencia debe ser disimulada: lo convierten en una enana barbuda. Piensa que con tal personaje podrán hacer teatro y vaticinar desastres y milagros, pero Chuyito resulta reacio e inútil para la actuación. Además, su amistad con Olga Nidia –la niña de la compañía que en algunos años será la novia de todos– se transforma en una relación que encela al mago y lo vuelve rival en ese viaje iniciático que va de Castaños hasta la posesión del albedrío.
Albedrío: Por el norte de México viaja una compañía de húngaros en un camión que sirve de vivienda y covacha para los artejos de su modo de vida: un cinito rústico que proyecta una película vieja e incompleta. En Castaños, la gente del pueblo cree que se trata de un estratagema para robar. Al salir, los húngaros advierten a un polizón: Chuyito viaja con ellos. Mal agüero, dice el mago dueño de la piedra que les sirve de amuleto. Aun así, Manducho, el jefe, decide adoptarlo. Pero su presencia debe disimularse: lo vuelven una enana barbuda. Piensan que con tal personaje podrán hacer teatro y vaticinar desastres y milagros, pero les resulta reacio e inútil para actuar. Su amistad con Olga —la niña de la compañía— encela al mago y lo volverá rival en ese viaje iniciático hacia la posesión del albedrío.
Daniel Sada (1953-2011) Escribió los libros de cuento Un rato, Juguete de nadie y otras historias, Registro de causantes, Tres historias, el poemario Los lugares y las novelas Lampa vida, Albedrío, Una de dos, Casi nunca y Porque parece mentira la verdad nunca se sabe. En otros, obtuvo el Premio Xavier Villarrutia (1992), el Premio Herralde de Novela (2008) y, justo antes de su fallecimiento, el Premio Nacional de Ciencias y Artes.
«Sada es eso: una prosa, un ritmo, una manera de especular sobre el lenguaje.»
Rafael Lemus, Letras Libres