Los temas de Miss Apocalipsis nos asoman a los últimos días, a los últimos tiempos; nos llevan por una alcantarilla a presenciar las vidas desgastadas de personajes que no encuentran redención y sí desesperación y angustia. Jorge Peredo no se toca el corazón para obligar a caminar por las calles de sus cuentos a prostitutas, godínez y adictos. Sus personajes, al ser tocados por su pluma, se mueven temerosos a sabiendas de un final fatídico. Y al andar por esas ciudades oscuras que son sus relatos, alumbramos en algunos recovecos aspectos sociales de los que, todos sabemos, resultan incómodos ante la luz pública. Las historias son nada sin el artesano que coloque las palabras adecuadas, con su peso y textura apropiados. En este caso, Jorge Peredo consigue tejer historias con base en el terciopelo y el alambre. El lenguaje de este libro contiene destellos poéticos, pero amachados por los fierros oxidados que son sus palabras altisonantes, según los personajes y sus circunstancias, que resuenan con tal familiaridad que llegan a lo sórdido a pesar de que intuimos la tragedia por venir.