“Escribir requiere una combinación perfecta entre la ira y un generoso y funesto sentido del humor”, escribe Bonet en esta colección de certeros perdigones verbales y tentadores manifiestos: ¿qué artista no quisiera vivir de la generosidad de una voluptuosa mecenas necesitada de amor y urgida de caricias? —algo que ha conseguido volver realidad durante periodos efímeros. Permítanme confesarles que no he conocido en mi vida a nadie como este ex catalán desclasado que ha preferido vivir en el planeta del exilio —o, más propiamente, hacer de cada punto donde se implanta por temporadas un envidiable espacio único. Como lo dice él mismo: “vivir con la despreocupación de un aristócrata y el presupuesto de un paria”. ¿Dije desclasado? No, sería más acertado aproximarse a tan conspicua figura como un transclasista... Un posthomeless que con frecuencia se saca la lotería: una cerveza fría, un techo, un colchón, una mesa, un plato de arroz con huevo —y marihuana: “no sé si me hace mejor, pero definitivamente evita que sea peor”, dice con la gravedad de un filósofo alemán —no, mejor aún: rumano.
Rogelio Villarreal
* Esta contraportada corresponde a la edición de 2017. La Enciclopedia de la literatura en México no se hace responsable de los contenidos y puntos de vista vertidos en ella.