Javier Zúñiga Monroy (Puebla, 1975) es un lector consumado y un escritor que crece y se consolida con cada libro que publica o devora. También es un experto en el tema del erotismo y la literatura que de ahí se desmadeja. Por Casi bestia, casi humano logró atisbar las cimas y abismos del ángel caído y sus predicamentos. Integrante de la nueva ola de la microficción, llámese escuela poblana del microrelato, se destaca por su labor, perfil y callada producción literaria. Es Escribo que sueño, sueño que escribo expone su último reto: confrontar la escritura en el espejo del sueño, donde los protagonistas del libro son el sueño y la escritura. Un desafío que Salvador Elizondo aceptó en El grafógrafo y que nadie después de él, en la literatura mexicana, volvería a asumir. Para afrontarlo el escritor poblano invirtió sus acervos de lectura y escritura, vocación, estilo y creatividad. El resultado es un mosaico armado con viñetas, estampas y relatos breves sobre esos actos tan simples y cotidianos como el sueño y tan complejos como la escritura. De ahí se deriva una interrogante, ¿escribo para soñar o sueño mientras escribo? Parafraseo el epígrafe de este cuentario: La escritura es la primera vida de Javier, un narrador con un estilo ceñido a sus temáticas, imaginación y planteamientos originales. Javier Zúñiga Monroy no sueña, escribe. Les dejo aquí las pruebas de un insomne.