Los relatos incluidos en Tratado de la infidelidad están cargados de imágenes de una potencia turbadora, con escenas de sexo crudo y de deseo sutil, de vida y de muerte, con personajes sórdidos y extraños y otros presuntamente normales pero que siempre parecen eludir la felicidad convencional
Los autores de Tratado de la infidelidad eluden cargar las tintas en la culpa o el remordimiento y desmenuzan el conflicto desde sentimientos complejos, como la lealtad con uno mismo o el deseo ingobernable, de unos personajes que nos hablan desde el tormento o desde un prisma lúdico, pero siempre con acidez y con dosis ingentes de humor negro, negro azabache.
Un libro que nos hace testigos de la más afilada y descarnada intimidad de sus personajes que van desde parejas con furor amatorio, ninfómanas, músicos que buscan prostitutas hasta friquis de La guerra de las galaxias. Como dice Sofía Ramírez en Cuadrivío «Tratado sobre la infidelidad busca provocar a las buenas conciencias» y, efectivamente, la lectura de estos relatos nos coloca constantemente frente a los conflictos morales de los protagonistas que, en el fondo, que no dejan de ser los nuestros.