Dice Luis Cardoza y Aragón en el prólogo: "Cuando Orozco escribe en Nueva York estas treinta y seis cartas a Charlot, entre diciembre de 1927 y febrero de 1929, había resuelto dejar su tierra y su familia, sin abatirse por el constante apremio económico, para poder seguir pintando, para abrir su camino en un medio menos hostil que México, católico y ensangrentado por luchas fratricidas, en donde ya no tenía oportunidad de pintar murales, donde los que había concluido eran rayados y despreciados. Días antes de la primera carta, Charlot fue el único amigo que despidió a Orozco en México, en la estación Colonia, cuando se marchó a Nueva York ... Esta correspondencia es también la historia de una amistad y una estimación recíprocas... En las cartas a Charlot la mordacidad aparece frecuentemente, concentrada en pocas líneas corrosivas, semejante a como la alcanza, con unos cuantos trazos vitales, en muchos de sus dibujos impetuosos. Son una documentación que complementa la Autobiografía, el conocimiento de su ánimo irreductible, ávido y tierno. En la correspondencia está más inmediato, intenso y presente que en cualquier otro testimonio escrito que nos dejara. Las impresiones de los maestros de la Escuela de París en las galerías y de los maestros clásicos en los museos son siempre significativas por su precisión, sinceridad y exabrupto, y porque trazan, con lucidez dolorosa, un autorretrato cuando contaba poco más de 40 años... hay también en las cartas, y no es lo menos valioso, juicios agudamente sarcásticos sobre tendencias que detestaba de la pintura mexicana..."
Edición conmemorativa por el Cincuentenario de El Colegio Nacional