¡No lo tire todavía! La historia de su objeto vive en sus fracturas. Tampoco intente pegarlo de tal forma que las líneas rotas se disimulen o se puedan ignorar. Recuerde: el zurcido invisible es cosa de sastres y usted lo que tiene es un objeto roto en sus manos. Hay pedazos, esquirlas si quiere, que han desaparecido; milímetros que hacen que no vuelva a ser igual aunque se pegue. Entonces, si verdaderamente ama a ese objeto, si es cierto que tiene sentido para usted, que es importante su historia, no oculte sus marcas. Al romperse el objeto libera su relato contenido; uno se da cuenta, cabalmente, de lo mucho que significa.
Repárelo haciendo evidente que fue roto; en esas marcas se desborda su historia —la del objeto y la suya. Recuerde que luego de volverlo a unir no podrá tener la misma función que antes tenía; lo está reparando porque es importante su historia, no su cometido.
Tenga paciencia. Reúna, primero, cada parte del objeto y piénselo como un rompecabezas tridimensional. Dese cuenta de qué pedazos se perdieron, de las partes que ya no embonan del todo. Tenga paciencia.