Diles que no nos vean es un compendio de voces interiores que susurran o claman, que no encuentran reposo; visiones de un tiempo pasado, presente o futuro que acecha y ataca a su presa; puertas que se abren a un sueño laberíntico del que es imposible despertar; almas en tránsito -vivas o muertas, ¿cómo saberlo?- para las que no existe reposo; historias contadas en penumbras, donde la escasa luz apenas alcanza para reflectarse en charcos de sangre... Diles que no nos vean, libro de ficciones breves (cuentos cortos y minificciones) de Marcia Ramos, es un alarido constante que desgarra cada página, un llamado de auxilio incontenible que exalta y cautiva los sentidos. Un paseo casi infernal por una ciudad (Tijuana, residencia de la autora) que podría ser cualquier ciudad de un país convulsionado por la violencia, la desolación, pero, sobre todo, la desesperanza. Donde la calle, el parque, la habitación de un hotel o la casa misma se vuelven un peligro constante; ahí las sombras cobran vida y son asesinos latentes; ahí somos juguetes, personajes condenados. ¿Entonces adónde refugiarse? ¿Sólo nos queda reír a solas, encontrarnos con nosotros mismos en el desvarío? Voces interiores susurran y claman: No, ni siquiera se puede estar a salvo de uno mismo. Lo que llevará al lector a cuestionarse si él, frente a las páginas del libro, se encuentra a salvo o está libre de culpa: "La maldad se muestra con diferentes rostros y edades buscando hacer hoyos en mi tierra, por eso me saco el corazón y lo dejo a la luz de la ventana. Cuando regreso por él, se ha vuelto una ciruela pasa. ("Ruina).
José Manuel Ortiz Soto
Cualquier lector formado en los tiempos y ritmos digitales encontrará, en la abundancia de historias escritas por Marcia Ramos, una correspondencia con las formas de la inmediatez informativa: múltiples historias que se suceden vertiginosamente unas a otras y que parecen ser el resultado de las variaciones sobre dos o tres motivos universales. Acaso la proliferación de minificciones como proyecto escritural sea la repetición de todos los intentos por nombrar un solo miedo o un solo anhelo hasta ahora indecible. Esas variaciones, como lo demuestra la autora en este segundo libro, señalan las posibilidades creativas que proyecta la escritura de lo breve hacia el infinito.
Elizabeth Villa