Una de las obras más importantes de Séneca es Cartas a Lucilio (Epistolae ad Lucilium), escritas en el periodo que va de su retiro de las labores imperiales, en el año 62, hasta el año de su muerte, en el 65. En este libro, dedicado a Lucilio Junio, poeta cultivador de la filosofía estóica, discípulo y amigo íntimo de Lucio Anneo, se reúnen ciento cuarenta y cuatro cartas, en las que el filósofo cordobés toca todos los temas fundamentales de la moral y trata de levantar el espíritu de su joven amigo, un tanto hastiado de la vida. Al mismo tiempo se demuestra como un gran filósofo y pensador independiente, aunque asistemático. Frente al vital idealismo panteísta de toda la filosofía heterodoxa, Séneca se manifiesta inclinado a ese estoicismo pesimista, de tendencia no metafísica, sino moral y práctica, que es la creación tan personal de la doctrina denominada senequismo. Uno de los temas constantes en Cartas a Lucilio es el rechazo al estudio teórico, pues él pensaba que la única información útil era la que provenía de un conocimiento práctico. Gracias a su profundidad y estructura literaria, esta obra, escrita hace casi dos mil años, ha merecido la admiración de todas las épocas.