Padecemos de una terrible dualidad entre la realidad y los valores: existen zonas rurales del estado y del país donde la violencia y el asesinato se han convertido en sucesos cotidianos y reincidentes, sin que nadie pueda remediarlo.
La poca información que llega a los centros urbanos o semi-urbanos sobre los crímenes en estas regiones ha generado una escasa labor de investigación por parte de los especialistas en criminología, mientras que para la prensa y los políticos representa un material valioso para ganar ratings o posesionar a sus respectivos partidos o carreras en el poder.
Esta visión comercial y partidista sobre la violencia limita la comprensión del homicidio como fenómeno, ya que sólo interesan aquellos crímenes cuyas características ofrecen información capaz de mover la opinión pública. Por ejemplo, el crimen en contra de un turista norteamericano tiene mayor relevancia que el perpetrado contra algún indígena o serrano. Es decir, no se analiza el fenómeno como tal sino la particularidad del homicidio, lo que evidentemente no contribuye al entendimiento de la sociedad...