El presente libro compila estudios, más que sobre autores, acerca de obras específicas que bordan o tejen su trama en torno a algunos de los presupuestos específicos del policial, género que en América Latina ha tenido (y tiene) grandes representantes. Es notorio que en nuestro continente los escritores han experimentado de diversas maneras con las reglas tradicionales del policial y han emprendido nuevas apuestas en las que, sin dejar de lado el crimen y el misterio, indagan en problemáticas tales como la memoria, el fracaso de viejas utopías de izquierda, el propio proceso creativo o, incluso, la reconfiguración de la clásica figura del detective. De alguna manera, los escritores latinoamericanos y sus obras analizadas en este estudio parecieran tener la intención de “desorientar” al lector tradicional de novelas policiales, pues, ya sea a través del aparatoso fracaso del detective (Leonardo Padura, Herejes; Ricardo Piglia, El camino de Ida; Santiago Roncagliolo, La pena máxima), del planteamiento de “misterios escritúrales” difíciles de resolver (Rubem Fonseca, Grandes emociones y pensamientos imperfectos; Juan José Saer, La pesquisa), de la exaltación de una violencia sinsentido en ciudades también exaltadas (Franz Galich, Managua Salsa City; Sergio Ramírez, El cielo llora por mí; José Gai, Las manos al fuego), o desde singulares construcciones novelísticas (Mario Mendoza, Lady Masacre; Mempo Giardinelli, Luna caliente), lo obligan con frecuencia a desandar el camino conocido, a desconfiar de sus antes fiables deducciones, con el fin de desentrañar cuáles son las pistas verdaderas entre este cúmulo de pistas falsas.