Alguien señaló que era el momento, cuando las torretas de la última patrulla se alejaban en dirección este, y la mancha silenciosa hundió sus pies en la orilla. Paso a paso fueron entrando al cauce, sintiendo el agua helada que les llegaba a las rodillas primero y que, conforme avanzaban, subía hasta sus piernas, luego llegaba a la cintura y finalmente quedaba a la altura del pecho, obligándoles a levantar las manos para evitar que su equipaje se mojara.
* Esta contraportada corresponde a la edición de 2004. La Enciclopedia de la literatura en México no se hace responsable de los contenidos y puntos de vista vertidos en ella.