He aquí un texto excepcional por múltiples razones. Por primera vez en la historia de nuestro país, un investigador mexicano, laico y agnóstico por añadidura, logra la hazaña de traducir del griego, en forma directa, Los Evangelios según Mateo, Marcos, Lucas y Juan. Ernesto de la Peña no fue miembro de ninguna iglesia ni profesó jamás credo alguno. Fue, sin embargo, un estudioso de las religiones, para las que mostró siempre un enorme respeto. Este libro, por consecuencia, no está sancionado por ningún obispo. Es el fruto del amor profundo por la ética que se desprende de los Evangelios. Por esa causa, las notas con las que De la Peña acompaña su traducción son de orden fundamentalmente histórico y filológico.
Un rasgo decisivo en la precisa a la vez que bella traducción de Ernesto de la Peña es la lengua en que están puestos Los Evangelios según Mateo, Marcos, Lucas y Juan, la lengua del pueblo mexicano, la forma en que el español de México se habla y se escribe.
Ernesto de la Peña le otorga carácter llano a la palabra de los evangelistas tal como la tiene en sus orígenes, pues los personajes que transitan y hablan en los Evangelios son hombres y mujeres del pueblo; apenas si aparecen, en escasas ocasiones, personas que ocupan los altos sitios de la jerarquía social: Herodes, el gran sacerdote Caifás o Pilatos. Pero aún ellos hablan aquí en el mismo nivel raso en que habla el pueblo, acaso el gran personaje colectivo de los Evangelios, al lado de Jesús, el Ungido, el Mesías, el Cristo. Ese tono del habla popular es el mismo en el que los cuatro evangelistas se expresan.
Y ese mismo tono llano es el que se aprecia en la hermosa versión de los Cuatro Evangelios que nos ofrece el gran filólogo Ernesto de la Peña, a quién Siglo XXI Editores rinde un homenaje a un año de su muerte.