“¿Cómo se mide el tiempo de la escritura? Para decirlo en términos más concretos, ¿cómo se cotiza una unidad de escritura en el mercado de las escrituras? ¿Cuántas páginas tengo que cubrir para amortizar el valor de mi computadora?” se pregunta Javier Raya en algún momento de estas 111 entradas que conforman un ejercicio mecánico de escritura. Veinte líneas al día es el antídoto ante la escasez que propuso alguna vez Stendhal, pero refiriéndose, claro está, a la escasez de producción de escritura. Esa dieta fue emulada por el escritor Harry Mathews quien fuera parte del OULIPO un referente inmediato para este ejercicio en el que Javier Raya plantea algunas directrices importantes: la escritura como programa, la escritura como un acto que busca subvertir o desarticular la idea de valor: “Un libro escrito hoy no vale nada: es necesario que su valor aumente a través de ciertos filtros, como el editor, el acuse de la editorial, la recepción crítica y otro montón de factores", una serie de cuestiones y dudas, juegos, atajos que se acercan a la idea de libro o de escritura y lo que reside detrás de dichos conceptos. Como escribe en el postfacio Alan Mills, "escribir sin escribir: somos personas sin rostro sentadas frente al espejo de la pantalla centellante. No sabemos si dibujarnos una cara o simplemente un antifaz".