El poeta crea en el poema el laberinto que lo encierra y que recorre. También imagina la salida. El protagonista de esta historia, el narrador o voz poética, se acerca al final de uno de sus muchos caminos y lo intuye; allí están los países y los habitantes de territorio, el desierto, el guijarro, el río, la nube, los ángeles, la noche y el hombre, solo. Este Dédalo, labrado con leyes de transparencia y materiales de un lenguaje depurado, es resultado de una vida empeñada en el ejercicio y la reflexión de la poesía. Unas palabras que el poeta parece decir en el silencio de su intimidad y que en la claridad de la escritura ofrece iluminación. Tiene el lector frente a sí la aventura de abrir ventanas de esa luminosa prisión.
* Esta contraportada corresponde a la edición de 2009. La Enciclopedia de la literatura en México no se hace responsable de los contenidos y puntos de vista vertidos en ella.